Reflexión diaria
La Santa Misa nos hace considerar la vida, pasión y muerte de Jesús.
La Santa Misa nos hace considerar la vida, pasión y muerte de Jesús, a la cual le sigue su gloriosa resurrección, con la diferencia de que todo esto fue vivido por la humanidad de Cristo y se cumplió durante el transcurso de 33 años, pasados realmente en las diferentes vicisitudes de la vida, mientras que en la Santa Misa, místicamente y en un breve espacio de tiempo, se renueva todo, en un estado de verdadero aniquilamiento, en el que las especies sacramentales contienen a Jesús vivo y verdadero, hasta que no lleguen a consumirse; de manera que después ya no existe su presencia sacramental en nuestros corazones, sino que regresa al seno de su divino Padre, como cuando resucitó de la muerte. Y luego, al ser consagradas nuevamente en la Santa Misa otras especies, desciende de nuevo a tomar el estado de víctima de paz y de amor propiciatorio, por lo que se renueva su estado sacramental para provecho nuestro, como viadores, y para satisfacción y gloria de su eterno Padre.
Así, en el sacramento, nos recuerda la resurrección de nuestros cuerpos a la gloria, ya que, como él, cesando su estado sacramental se va a residir al seno de su Padre, así las almas humanas, cesando su estado de vida presente, pasarán a morar eternamente en las moradas del cielo en el seno de Dios, mientras que nuestros cuerpos se consumarán al igual que las especies sacramentales, como si ya no tuvieran existencia; pero después, con un prodigio de la omnipotencia de Dios, adquirirán la vida el día de la Resurrección Universal, y unidos a la propia alma se irán a gozar, si fueron buenos, la eterna bienaventuranza de Dios; mas en el caso contrario, se apartarán de Dios, para sufrir los más atroces y eternos tormentos.
Sierva de Dios Luisa Piccarreta; Diario, volumen 1