Reflexión diaria
El Corazón Eucarístico de Jesús.
La expresión “Corazón Eucarístico de Jesús” significa principalmente el Corazón de Jesús que nos ha dado la Eucaristía y que de nuevo nos la da todos los días.
P. Reginald Garrigou-Lagrange OP
La santificación del Sacerdote
Reflexión diaria
No puede darse en la tierra un culto más grande, más santo, más litúrgico.
No puede, pues, darse en la tierra un culto más grande, más santo, más litúrgico, en el que mejor se practiquen para con Cristo -oculto bajo las especies sacramentales-, las virtudes de fe, de esperanza, de caridad, de religión, de humildad, y los dones correlativos del Espíritu Santo, todos los cuales constituyen la perfección sacerdotal.
P. Reginald Garrigou-Lagrange OP
La santificación del Sacerdote
Reflexión diaria
Porqué comulgar diariamente.
La comunión alimenta el alma a fin de que evite el pecado, resista las tentaciones de la carne y del diablo y pueda amar cada vez más a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas y con toda su mente.
P. Reginald Garrigou-Lagrange OP
La santificación del Sacerdote
Reflexión diaria
Culto eucarístico y perfección sacerdotal. 4. Impetración.
El cuarto fin del sacrificio es la impetración a fin de alcanzar el auxilio divino, y las demás gracias necesarias para la salvación, máxime la de la perseverancia final que no es objeto de mérito, pero que puede obtenerse por la fuerza impetratoria de la oración, y principalmente de la suprema oración, contenida en la misma oblación de la Misa, en la que persiste “la intercesión de Cristo, vivo siempre para interceder por nosotros”. Debemos unirnos a su intercesión, así como a su adoración, reparación y acción de gracias; así aumenta infinitamente el valor de nuestros actos.
P. Reginald Garrigou-Lagrange OP
La santificación del Sacerdote
Reflexión diaria
Culto eucarístico y perfección sacerdotal. 3. Reparación.
El tercer fin del sacrificio es la reparación por los pecados cometidos contra Dios y sacrilegios, perversísimos a veces, perpetrados por la inspiración del demonio; sólo Dios conoce la enormidad de ciertos sacrilegios, recuerdos vivos de la traición de Judas. Para reparar tales abominaciones se ha de celebrar santamente la Misa, y adorar la Eucaristía, públicamente expuesta.
P. Reginald Garrigou-Lagrange OP
La santificación del Sacerdote
Reflexión diaria
Culto eucarístico y perfección sacerdotal. 2. Acción de gracias.
El segundo fin del sacrificio eucarístico es la acción de gracias por todos los beneficios divinos, esto es, por la creación y elevación del género humano al orden de la gracia y de la gloria, por la Encarnación redentora, por la institución misma de la Eucaristía y las gracias que de ella proceden, por las innumerables Misas y comuniones celebradas durante veinte siglos para confortamiento de las almas.
P. Reginald Garrigou-Lagrange OP
La santificación del Sacerdote
Reflexión diaria
Culto eucarístico y perfección sacerdotal. 1. Adoración.
Este culto de latría (adoración) se realiza por la digna celebración del sacrificio de la Misa, que debería celebrarse cada día con mayor fe, esperanza, caridad, devoción substancial, si no sensible. Se realiza también por la comunión eucarística, por la visita del Santísimo Sacramento, por la adoración reparadora, por la súplica y la acción de gracias.
P. Reginald Garrigou-Lagrange OP
La santificación del Sacerdote
Reflexión diaria
Este culto eucarístico nos une íntimamente con Cristo-Sacerdote.
Esta consideración de los cuatro fines del sacrificio es sumamente práctica porque el alma, adorando a Dios, lo considera primero en su eternidad; luego mira al pasado, los beneficios recibidos, y da gracias, o los pecados cometidos para repararlos; finalmente, mira el futuro para pedir el auxilio divino.
Además, este culto eucarístico así concebido nos une íntimamente con Cristo-Sacerdote, con su adoración íntima y reparadora, con su intercesión y acción de gracias.
P. Reginald Garrigou-Lagrange OP
La santificación del Sacerdote
Reflexión diaria
La Santa Misa es fecundísima fuente de santificación.
La Santa Misa… es fecundísima fuente de santificación y de gracias siempre renovadas; por ella puede ser realidad en nosotros, cada día, la súplica de Nuestro Señor: “Yo les he dado de la gloria que tú me diste, para que sean una misma cosa, como lo somos nosotros, yo en ellos y tú en mí, a fin de que sean consumados en la unidad, y conozca el mundo que tú me has enviado y amándoles a ellos como a mí me amaste” Jn XVII, 22-23.
P. R. Garrigou-Lagrange
Las tres edades de la vida interior